Ante los feroces e injustos ataques que se están haciendo en contra del P. Paulino Toral, que tuvo el valor de manifestarse en contra de la ideología de género, publico una de las tantas iniciativas de apoyo que han surgido. Esta es una carta publicada en "La República":
Leo una y otra vez las palabras de San
Pablo: “Vendrán tiempos en los que no soportarán la sana doctrina sino
que se rodearán de maestros a la medida de sus pasiones por halagarse el
oído. Cerrarán los oídos a la verdad y se volverán a los mitos. Pero
tú sé sobrio en todo, sé recio en el sufrimiento, esfuérzate en la
propagación del Evangelio, cumple fielmente tu ministerio”. Y no dejo
de recordar a Paulino Toral, el sacerdote que camina erguido, con pasos
cortos y ligeros, de aspecto vulnerable pero resuelto y firme, que
contempla la fe como la única fuerza de su vida .
A Paulino Toral se lo puede encontrar
cualquier día, celebrando la eucaristía o confesando en la iglesia Santa
Teresita de Entre Ríos, en Samborondón; fuera de ese lugar es difícil
seguir su ritmo de actividades físicas, intelectuales y espirituales.
Este cuencano de 65 años es un auténtico revolucionario cristiano que
intenta salvar lo que parece perdido; una persona que incomoda porque
interpreta el signo de los tiempos y advierte de los errores de la
modernidad; un hombre que alza la voz sin querer fastidiar a los hombres
sino mostrarles que está inquieto por su propio bien; un padre que dice
a sus hijos (como en un texto de San Agustín): “no puedo consentir que
sigáis dormido porque ese sueño sería mortal; tú quieres vivir mal,
quieres hundirte… Pero yo no puedo quererlo, yo debo reprenderte aunque
no te guste.”
He tenido la bendición de estar cerca
del padre Paulino en “La Casa de la Vida”, una obra que avanza
rápidamente bajo su impulso, donde él actúa como un eficiente CEO (Chief
Executive Officer), pero a mi se me asemeja más a un maestro espiritual
que puede dar respuestas a los más profundos cuestionamientos del ser
humano a través de su gran conocimiento del Evangelio, su bien
desarrollado intelecto y el amor a Dios.
Creo que hoy deben ser un martirio para
él las críticas públicas y los insultos, pero él que se refugia en Dios y
la Virgen, sabe sobrellevar su sufrimiento y por eso se hace más digno
de crédito. Si se volviera cómodo y callara, no tendría credibilidad,
perdería su esencia de sacerdote que sabe que Dios es fuerte y que quien
cree no tiembla.
Guayaquil es testigo de la fructífera
obra del padre Paulino como sacerdote de la Iglesia Católica. Su trabajo
y su lucha contra lo que considera las fuentes y los ataques del mal,
no le han robado las fuerzas ni su entusiasmo. El sabe que el hombre
vive relacionado con otros: con su cónyuge, sus hijos, sus amigos. Que
una vida sea buena depende de que esas relaciones estén ordenadas. Pero
ninguna de esas relaciones será correcta si la primera, la relación con
Dios no es apropiada. Y este es el contenido de su obra y su mensaje.
Puedo describir a Paulino Toral con los
mejores adjetivos que se pueden dar a un ser humano, pero lo que mejor
lo describe son los rostros de esas mujeres que salvan a sus hijos
cuando han pensado en matarlos; los de esos niños que nacen porque sus
madres se arrepintieron de matarlos; los de esas niñas que se
convierten en madres cuando todavía no saben enfrentar el mundo; los de
hombres y mujeres contagiados con VIH; los de jóvenes y adultos
agobiados con sus pesares, a quienes Paulino Toral, en el pleno
ejercicio de su sacerdocio, ha ayudado de múltiples maneras, pero por
sobre todo, llevándolos a un camino de misericordia y esperanza, en el
origen del misterio de la fe.
Guayaquil, Ecuador
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